lunes, 18 de mayo de 2015

Diversidad de colores en nuestro plato, ¿cómo influye en nuestra ingesta?


Recientemente, leí una revista sobre dietética y salud, que habían publicado un estudio en el que observaron que comer en un plato rojo reduce la ingesta, por lo que decidí ir en búsqueda del artículo original. A partir de ahí, hice una nueva búsqueda exhaustiva de artículos diversos que se relacionaran con el tema.       

Antes de comentar los resultados, es conveniente destacar que la vista es el primer sentido por el que percibimos las cualidades de la comida (los productos y su forma, la cantidad, el color, la textura y la presentación). Tiene un efecto sobre nuestras ganas de comer ya que según las características que observamos, nos apetecerá o no.



“El color rojo reduce la ingesta de snacks y bebidas sin alcohol” es el título del artículo original que se publicó en el año 2012 en la revista Appetitte. Se realizó en la población estadounidense ya que más del 33% de la obesidad en este país se debe al incremento del consumo de snacks, que contribuyen a una ingesta calórica importante. Es bien sabido que la cantidad de comida que ingerimos varía según la influencia de los demás y el tamaño de las porciones de los alimentos. Los investigadores querían determinar si el color rojo produce una disminución de la ingesta ya este color se relaciona con lo prohibido, el peligro o precaución. Consistió en 2 estudios, uno con bebidas y otro con comida. El objetivo del estudio con bebidas era valorar el comportamiento sin que interviniera el mecanismo de la sed, por lo que se excluyeron los que en las 24 horas previas ingirieron más 3 bebidas alcohólicas. Los participantes fueron asignados aleatoriamente según el color del vaso (rojo o azul). Habían de probar cada una de las 3 bebidas (te blanco, al limón y verde) y rellenar un cuestionario a posteriori puntuando del 1 al 9 si les gustaba y le recomendarían a un amigo. Los resultados fueron que los participantes asignados al color rojo bebieron menos y llegaron a la conclusión que el color no tenía relación con que les gustara ya que no afectaba a la percepción del gusto. El segundo estudio se diferenciaba del anterior por el uso de pretzels. También se observó que los que tenían el plato rojo comieron menos respecto a los del plato azul y los controles (plato blanco). Aunque los resultados son concluyentes, el estudio presentaba ciertas limitaciones ya que no se valoró de qué manera influye el color rojo sobre la ingesta y si se trata de una decisión consciente o no, por lo que hacen falta más estudios para profundizar y para poder extrapolar los resultados con alimentos saludables. Fue considerado como un gran paso para entender la influencia del color en la ingesta, que se podría estudiar a través de los envoltorios de los alimentos a la hora de hacer la compra.

En el mismo año 2012 y posteriormente a la publicación del estudio comentado anteriormente, hicieron un nuevo estudio pero con platos de pasta a los que se les añadió salsa de tomate o salsa blanca (conocida como Alfredo) a base de crema de leche y queso. Conviene destacar que los platos eran rojos o blancos y que el objetivo era valorar únicamente la cantidad que se servían. Las personas asignadas al plato blanco se servían menos al ponerse salsa de tomate y más si se añadían salsa blanca, justo lo contrario que hacían los del plato rojo.

En el 2013, Appetitte publicó un par de estudios más sobre el tema. El primero tenía como objetivo determinar la influencia de la etiqueta y la variedad en la elección de alimentos saludable. Se llevó a cabo en 1000 consumidores de Alemania y Polonia. Estaba dividido en 4 partes: elección del producto que querían comprar, elección del producto que consideraban saludable y una posterior clasificación según lo comprarían o no tanto para los de elección propia como los saludables. Los resultados indicaron que los alemanes tenían más facilidad para detectar los snacks saludables en presencia de la etiqueta del semáforo aunque por elección propia presentaban una tendencia a escoger alimentos menos saludables. Contrariamente, la etiqueta no produjo efecto alguno en la elección de los polacos. De todas maneras, se requieren más estudios para establecer la relación entre la capacidad para elegir alimentos saludables y los hábitos nutricionales y la influencia de un logo saludable junto al semáforo, la presencia de nutrientes más saludables, el formato y el tamaño de los productos.   
El segundo consistió en valorar la ingesta frente al color de los platos (rojo, azul y blanco) y se extrapoló al uso de crema hidratante. Estaba formado por 3 estudios: el primero se hizo con palomitas, el segundo con pepitas de chocolate y el último con crema hidratante. Los voluntarios se sentaban delante del ordenador con el plato de manera que habían de probar el producto y contestar a un cuestionario. En cuanto al estudio 1, los del plato rojo consumieron una menor cantidad de palomitas observándose diferencias significativas entre el rojo y azul y el rojo y el blanco. Lo mismo ocurrió con el chocolate aunque  las diferencias solo se vieron entre el rojo y el azul. Lo mismo en el caso de crema aunque el mayor uso se relacionaba con la satisfacción por usarla. Las diferencias eran las mismas que en el estudio 1 junto al tipo de piel. Las conclusiones a las que llegaron fueron que el rojo implica una menor ingesta de forma inconsciente sin que la presentación ejerciera un papel determinante, incluso con el uso de crema hidratante. Aún así, se requieren más estudios para valorar si es posible controlar el consumo de los alimentos calóricos y otros productos.

Posteriormente, Piqueras-Fiszman y Spence realizaron una revisión bibliográfica acerca de la relación que existe entre los hábitos alimentarios, el color y el placer que genera el acto de comer. Es bien sabido que un aumento en la variedad de sabores, olores, colores y textura implica un incremento en el consumo. Se ha visto que el consumo de una salsa de carne durante un periodo de 10 semanas supone una disminución de su consumo a largo plazo. Por otro lado, los adolescentes aumentan su ingesta debido a la presencia de diversos colores aunque al intercalar patatas normales y rojas significaba una reducción del 50% de la ingesta. Como curiosidad, han visto que al ir a comprar un vino tendemos a pagar más dinero si la iluminación de la tienda es roja y que el color produce un efecto sobre la sensación térmica de nuestro cuerpo, de manera que a una temperatura de 15ºC tendremos frío si las paredes son azules o verdes y solo en caso de disminuirla 2ºC si son naranjas. Como conclusión es necesario realizar más estudios en población adulta.

Este mismo año, se han publicado 2 estudios. El primero considero que es muy interesante ya que incluye 3 experimentos en los que se valora la percepción, la expectación y la elección frente a la ingesta de agua. Se incluyeron 3 vasos de colores (azul, blanco y rojo) y 3 tipos de agua (con gas o ligeramente carbonatada y sin gas). El experimento 1 consistía en probar cada vaso (1 x cada agua y color) y puntuarlo. Se vio que se percibía más carbonatada en los vasos rojo y azul. El experimento 2 se diferenciaba del primero por contestar el cuestionario sin probar el agua. Los participantes indicaron que el agua era más refrescante en vaso blanco siendo menor en caso de ser sin gas. Por otro lado, tenían la percepción que en vaso azul el agua tenía menos gas. Finalmente, el experimento 3 consistía en elegir el color del vaso para beber agua sabiendo de qué agua se trataba. Hubo un 69,4% que escogió el blanco para beber agua sin gas, en cambio, un 44,4% y un 55,5% eligieron el azul para consumir agua ligeramente carbonatada y con gas respectivamente. El último estudio que quisiera comentar fue realizado por Reutner, Genschow y Wänke en el que hicieron una comparativa entre el efecto del color rojo en el consumo de alimentos saludables y no tan saludables. Los participantes habían de observar una secuencia de imágenes rodeadas por franjas rojas durante 4 segundos. Una vez vistas, tenían que listar 3 asociaciones con el color rojo para valorar cómo afecta en el comportamiento. Seguidamente, se les facilitaron varios crucigramas para resolver en 15 minutos mientras disponían de total libertad para consumir chocolate o uvas negras. Los resultados indicaron que el consumo de chocolate era menor en plato rojo. Llevaron a cabo un nuevo estudio paralelo con 3 tipos de pan (blanco, integral o mixto) a los que se les puso una bandera (roja o verde). La tendencia era elegir los trozos con banderas verdes, sabiendo que el pan blanco era menos saludable respecto al resto de panes.

Y ya para terminar, quisiera hacer una reflexión. Si bien los resultados son concluyentes e indican que al comer o beber en plato o vaso rojo supone una reducción de la ingesta, cosa que podría ser útil para el tratamiento de la obesidad, ¿Cómo es posible que el consumo de determinados alimentos (poco saludables) es excesivo si su envoltorio es rojo? ¿Es casualidad o elegimos consumirlos por el sabor? ¿Es cuestión de marcas? Como ejemplo de productos con envoltorio rojo, encontramos refrescos, chocolates, patatas fritas, bollería industrial, crema de cacao, galletas, bombones y bolitas de chocolate.         

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