La prevalencia de la obesidad ha aumentado
de forma considerable durante los últimos años. Es debido a múltiples causas, entre
las cuales destacan un incremento de la ingesta calórica, un aumento de la
disponibilidad de alimentos y del tamaño de los productos en venta y una
disminución de la actividad física. También existe un factor determinante como
es la carga genética, aunque puede ser modificada por un estilo de vida
saludable que incluya una alimentación adecuada combinada con la práctica
regular de ejercicio. Además, se ha planteado la posibilidad de que la ingesta
de determinados alimentos posea la capacidad de generar un efecto adictivo, lo
que supone un abuso de ellos y el consiguiente aumento de peso y problemas de
salud relacionados como la diabetes o enfermedad cardiovascular. Este planteamiento
hizo que durante el año 2009, Gearhardt
et al desarrollaron y validaron un cuestionario, conocido como la Escala de
Adicción a la Comida de Yale para establecer el diagnóstico de un
comportamiento alimentario adictivo.
Y, ¿qué es lo que se conoce como
adicción a alimentos? Se caracteriza por la manifestación de determinados
síntomas como pérdida del control frente a un sobreconsumo, uso recurrente a
pesar de las consecuencias negativas que implica e incapacidad para evitarlo
tras el deseo de hacerlo. Se asocia a un aumento de la impulsividad y reacción
emocional.
Diversos estudios demuestran que
la ingesta de azúcar activa una región del cerebro que se pone en
funcionamiento por el abuso de drogas y que es conocida por el sistema de
recompensa ya que genera placer. Se ha visto que las sustancias adictivas son
raras en su estado natural aunque pueden ser alteradas ocasionando un
potenciamiento de su efecto. De forma general, el azúcar y las grasas son los
nutrientes que se consideran más adictivos. Se pueden encontrar en grandes
cantidades en los alimentos procesados, por lo que el efecto es mayor y también
su absorción en sangre.
Existe poca evidencia en humanos
sobre el efecto adictivo de estas sustancias alimentarias pero hay una gran
cantidad de estudios realizados en animales que demuestran que los alimentos
altamente procesados se asocian a hábitos alimentarios adictivos. Como ejemplo,
las ratas que consumían una dieta rica en alimentos altamente procesados
manifiestan una disminución en la segregación de dopamina, una sustancia
liberada por el cerebro. Contrariamente, no sucede con pienso normal, lo que es
indicador que no todos los alimentos implican el desarrollo de una adicción
alimentaria. Se ha visto que la sustancia más implicada es el azúcar que
incrementa el número del receptor de opiodes de la misma manera que con las
drogas pero no supone un aumento del peso corporal de las ratas. En cambio, la
grasa se asocia con un aumento del peso y no se manifiestan ningún tipo de síndrome
de abstinencia similar al que generan los opiáceos. En humanos, se ha visto que
el efecto adictivo aumenta cuanto mayor procesado sea el alimento ya que
implica un aumento de la cantidad o la dosis de grasa y/o azúcar refinado (rápida
absorción en sangre). Una vez conocidas las sustancias, el siguiente paso es
determinar qué alimentos están implicados en un mayor riesgo de desarrollar una
adicción a alimentos. Por este motivo, en febrero de 2015 se publicaron los
resultados de un estudio que tenía
como objetivo examinar los alimentos con una mayor implicación en la adicción y
las características que ejercen un papel en el desarrollo de esta patología.
La primera parte incluyó a 120
estudiantes de la Universidad de Michigan con edad comprendida entre 18 y 23
años. El objetivo era identificar los alimentos implicados en la adicción
alimentaria. Se comentó a los participantes que pensaran en alimentos ricos en
grasas y azúcares refinados. Se valoró mediante el Cuestionario de Adicción a
Alimentos de Yale. Se seleccionaron 35 imágenes de alimentos, presentadas
directamente a los participantes del estudio de 2 en 2. Tenían que señalar
aquel con el que experimentaron más problemas. Los alimentos fueron elegidos
sistemáticamente y en función de diversos grados de procesado (18 eran
altamente procesados y 17 no eran procesados) y fueron clasificados según
fuesen ricos en grasas y azúcar o únicamente en grasas o azúcar o bajos en los
2 nutrientes. Los resultados del cuestionario se asocia con el IMC, es decir, cuanto mayor fuese el IMC mayor riesgo de
adicción alimentaria. Se vio que el nivel de procesamiento influenciaba en
gran medida en la aparición de comportamientos alimentarios adictivos. El top 10 de alimentos que generaban
problemas de adicción en los participantes fue por orden descendente el listado
que se cita a continuación: chocolate, helado, patatas fritas (freidora),
pizza, galletas, patatas fritas de bolsa, pasteles, palomitas de mantequilla,
hamburguesa con queso y muffins.
Por otro lado, la segunda parte
incluyó a 398 personas de edad entre 18 y 64 años reclutados a través del M’Turk
(mercado de trabajo de Amazon). Los resultados indican que los hombres
experimentaban más problemas con los alimentos no procesados que las mujeres y
que el IMC se asociaba con un mayor problema mediante alimentos altamente
procesados. Se valoró en base al nivel de procesado y el índice glicémico, que
no es más que la cantidad de hidratos de carbono del alimento y el reflejo de
la tasa de absorción en el sistema circulatorio. Estas características de los
alimentos junto al contenido en grasa son determinantes en el desarrollo de la
adicción. El riesgo a manifestarla es
mayor en personas con un IMC elevado o que manifiestan síntomas de adicción
debido a un aumento en la predisposición por la ingesta de alimentos altamente
procesados. Dado que los participantes son distintos al estudio 1, se pasó
otro cuestionario con el que tenían que puntuar los alimentos según los
problemas que les producían. El top 10
de alimentos que generaban problemas de adicción en los participantes fue por
orden descendente el listado que se cita a continuación: pizza, chocolate,
patatas fritas de bolsa, galletas, helado, patatas fritas (freidora),
hamburguesa con queso, soda, pasteles y queso.
En cuanto a los alimentos
considerados más adictivos, se observan diferencias mínimas entre los 2
estudios ya que algunos alimentos coinciden pero se encuentran en diferente
posición. Cabe destacar que mientras los participantes del primer estudio
consideran las palomitas y los muffins como adictivos, los del estudio 2
incluyen el queso y la soda.
Como limitaciones, vemos que la muestra
del segundo estudio no puede ser considerada como representativa y que el
listado de alimentos es limitado.
Como conclusión, los resultados
del estudio sirven para demostrar que no todos los alimentos generan el mismo
grado de adicción. Además, se considera que el índice glicémico tiene un mayor
poder de predicción frente a la cantidad de azúcar. Es conveniente realizar más
estudios para ampliar los resultados mediante la medición de las respuestas
biológicas y el comportamiento alimentario asociado a alimentos altamente
procesados para conocer los mecanismos que contribuyen al desarrollo de la
adicción.
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